Relato Halloween

El último baile


El aforo está completo. Las luces de la sala se van apagando, se oscurecen los palcos, comienza el espectáculo. 31 de octubre, noche de difuntos. El prestigioso Ballet de Fiore representa el clásico de Tchaikovsky, El Lago de los cisnes. Alguien pide silencio, se abre el telón, la orquesta toca en el foso. Un remolino de tutús irrumpe en el escenario, empieza el primer acto. 

El hombre que ocupa un asiento en la platea aguarda impaciente a la joven Elisa, objeto de su devoción. Ella aparece con sus zapatillas en punta, flota sobre el escenario; su cisne blanco. Espalda recta, caderas y hombros alineados. Su cuello esbelto, el vientre plano. Sus movimientos son gráciles, su figura es etérea, comienza el segundo acto. De sus pantorrillas, aceradas, cuelga sus miradas prendado de ella. El hombre retiene el aliento, hunde sus dedos en la butaca, sus ojos azules, voraces, siguen cada movimiento y cada giro de la bella joven que es primera bailarina.
 Cuatro funciones, cuatro ramos de rosas rojas para la dulce Elisa y una nota escrita con letra curva y apasionada. Su más ferviente admirador. Desconocido. Sin nombre. Sin rostro. «¿Se encontrará esta noche entre el público?» se pregunta ella, secretamente ilusionada. Una ovación. Aplausos. Abajo el telón. Rosas rojas para Elisa y una nota: una cita, un vuelco al corazón.

A la salida del teatro Elisa se ve arrastrada por un ejército de encapuchados. Máscaras demoníacas, brujas y esqueletos danzan por las calles de Venecia la noche de Halloween. La fiesta de los difuntos, la noche de los muertos vivientes. Seres sin alma, muertos sin cabeza, rostros sin color se reúnen en el Gran Canal. A duras penas consigue llegar al punto de encuentro, perdida entre callejuelas. Una cabeza de león en la aldaba de una puerta ajada, al final de un callejón, le indica que ha encontrado el lugar. El hombre que se oculta entre las sombras da un paso al frente, su figura resulta imponente y misteriosa bajo la túnica oscura que lo cubre. Detrás del antifaz, unos ojos azules se agrandan en señal de reconocimiento, ojos que la miran con veneración, con una fijeza e intensidad escalofriantes. Mete su mano enguantada en el bolsillo y una rosa roja brilla a luz macilenta de un farol.

-Elisa…, mi amor.

Su voz la atrae, su boca la tienta. Ajenos al mundo sus lenguas se entrelazan. Sus cuerpos entran en contacto, prende la llama de la pasión. Él es un hombre experimentado, lo dicen sus labios, lo revelaban sus manos. Ella, delicada como una flor de invernadero. El hombre tira de la muchacha y la introduce en el portal, dentro todo es más oscuro, más oculto, más excitante. Risas perversas se cuelan desde la calle, gentes que danzan portando antorchas y conjuran a sus muertos mientras los amantes desnudan sus cuerpos y disfrutan del regalo de estar vivos. Un nuevo encuentro tras cada espectáculo. Ella está fascinada por él, no es dueña de sus actos. El está obsesionado con ella, es dueño de una pasión enfermiza. 

La noche más triste, la última función. La compañía de ballet se despide de la ciudad de los canales para llevar su arte a tierras lejanas. Los amantes han de separarse, ella tiene un futuro prometedor. Después de la danza llega el turno del adiós y Elisa acude una última vez al recóndito callejón, el de la puerta ajada, el del lobo en la aldaba. Esa noche los amantes se aman con ardor, cuando la lleva al orgasmo él se derrama en su interior. Los ojos azules que la adoran la miran con vacilación, necesita sentir el pulso acelerado de la muchacha bajo las yemas de sus dedos, latiendo en la superficie de su cuello esbelto. No, no debe hacerlo. No puede evitarlo, su mente abandona la razón. Las caricias se vuelven exigentes, los abrazos asfixiantes, los besos rudos, las manos toscas. Elisa no logra deshacerse de su abrazo, él es mucho más fuerte. Intenta gritar, pedir auxilio, pero la silencia con un beso fiero que hace que sus labios sangren. 

—No puedo permitir que me dejes… —confiesa en su oído.

Las manos fuertes rodean su frágil cuello de cisne y aprietan y aprietan y aprietan. Él no sabe tratar a una mujer, es un enfermo. La juventud ama lo prohibido, no reconoce el peligro. Él presiona con sus dedos retorcidos hasta que Elisa se rompe como un cristal, la joven no danzará nunca más. 
Un año ha pasado. El hombre de ojos azules y manos asesinas lee el periódico sentado en la terraza de un café, en la plaza de San Marcos. La humedad cala en sus huesos un 31 de octubre, noche de Halloween. Se prepara para marchar, alza el cuello de su abrigo para resguardarse del viento helado. Antes de irse, una nota en el periódico llama su atención: el Teatro Dorio reabre sus puertas en la noche de difuntos. Queda paralizado «¡Es imposible, ella está muerta!» Y él está libre. Nadie sospecha, nunca encontraron su cuerpo. Cae la noche sobre Venecia y, un año más, monstruos y calabazas recorren calles y canales. 
Finalmente el hombre acude al teatro, la fachada está en ruinas, los cristales resquebrajados. Luces de bohemia alumbran la escalinata y el teatro abre sus puertas al recién llegado. No hay nadie en los pasillos, nadie en la taquilla. Lámparas colgantes se encienden a su paso. En el interior el tiempo parece haberse parado, una gruesa capa de polvo cubre las butacas, telas de araña penden del techo, se adhieren a los pesados cortinajes del color de la sangre cuajada, huele a cerrado. Él es el único espectador. Crujen los suelos, los focos se apagan, se impone el silencio. Alguien ha abierto una caja de música, comienza a sonar la metálica melodía, El Lago de los cisnes. Una luz mortecina se filtra entre bambalinas, se abre el telón deshilachado. Un grupo de bailarinas con zapatillas en punta y leotardos desgarrados saltan al escenario. Sus cuerpos giran sin vida, sus cabezas se vuelven para mirarlo, cuencas sin ojos, rostros endemoniados interpretan una danza macabra. El corazón del hombre se desboca, intenta huir asustado pero las puertas ya no se abren, ha quedado encerrado. La música suena más fuerte, la orquesta interpreta una siniestra melodía. Sombras y espectros salen por todas partes, reptando por los suelos, agazapados. ¡Cuelgan de las lámparas, bajan de los palcos!, derramando sus alientos putrefactos sobre el rostro del condenado. Clavan sus garras en él, tuercen sus brazos, desgarran sus manos... Una luz ilumina el centro del escenario, la primera bailarina sale a escena, él reconoce su cuerpo delicado: Elisa. Ella alza sus brazos, voltea sus piernas. Sus pasos son lentos, su cuello está truncado. Clava la mirada en el hombre, en sus claros ojos malvados. Su cuello no sostiene su cabeza, su rostro de muñeca está desencajado; sus altos pómulos se deshacen, la carne se desprende de sus huesos. El pánico lo invade. La música se eleva taladrando los oídos, nadie escuchará su grito desesperado. Brazos al frente, flexión de rodilla. Elisa gira y gira y gira, con cada siniestra pirueta retuerce el cuello de su amante. Lo asfixia con sus piernas, lo estrangula con las manos, ¡sus ojos azules estallan! Le revienta el corazón. 
En la noche de brujas la joven Elisa, al fin, se ha vengado. Su morada, desde ahora, será el eterno Descanso.


FIN


Pippa Murt




4 comentarios:

  1. Hola, Me has tenido en un sin vivir. (jajaja...) Felicidades por el relato, escribes muy bien!!. La ambientación me ha gustado mucho, yo que soy poco un poco miedosa, me he imaginado de todo con esas mascaras y esos trajes en Venecia. El desenlace no lo esperaba para nada, me ha encantado. Saludos

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    1. ¡Muchas gracias! Me alegro de haberte sorprendido, gracias por pasarte a leerlo y dejar un comentario en el blog. Espero disfrutes de este Halloween, si es que lo celebras ;) Un abrazo

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  2. Guau Pippa, estremecedor e intenso relato, me ha sobrecogido de una manera impresionante.
    Te felicito por tan estupenda prosa y detalles tanto de la escenificación como de la definición de ambos protagonistas y del entorno lúgubre de la noche de difuntos, me ha encantado que hayas utilizado el lago de los cisnes por que me apasiona.
    Un saludo!!!
    Isa
    El desván de las delicias

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    1. ¡Hola! Muchas gracias por leer mi relato y dejar tu opinión, me alegro de que te haya sobrecogido, objetivo cumplido ;) Si te animas a leer mi primera novela corta en Amazon verás como es mucho más cálida y con mucha más luz jajaja, ya me cuentas.
      Gracias por seguirme ¡Nos leemos! Saludos.

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